CFK: refuerza su poder de veto y advierte que puede “revolear” ministros

La ex presidente evitó confrontar con Alberto Fernández tras la caída de Guzmán, que estaba en su mira desde hace meses. Dijo que, ahora, no está empujando otras salidas del Gabinete. Pero fue una manera de enfatizar que tiene capacidad de hacerlo. Y de destacar su poder

Nacionales09/07/2022Noticias PoliticasNoticias Politicas
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Cristina Fernández de Kirchner cumplió muy a su manera con el gesto que alentaban fuentes oficiales después de la caída de Martín Guzmán, inscripto ya por el oficialismo, incluso por quienes lo sostenían, en la lista de traidores. El Gobierno esperaba que CFK abandonara el tono de batalla una vez coronada su ofensiva sobre el Ministerio de Economía y después de las conversaciones directas, y tensas, con Alberto Fernández. Desde El Calafate, el mensaje de la ex presidente evitó la confrontación y le dio un giro descarnado al sentido de una tregua interna: no la presentó como un entendimiento más o menos horizontal entre los socios principales de la coalición gobernante, sino como una concesión personal desde un escalón superior del poder.

El discurso constituyó de hecho un ejercicio para mostrarse como pieza determinante del oficialismo pero ajena, a su vez, a los costos de la gestión. En esa línea y con acidez, condenó a Guzmán por su renuncia, como si fuese una cuestión personal entre el Presidente y el saliente funcionario, cuando en rigor -antes que la desavenencia final con Olivos por la debilidad de arrastre- el deterioro del ministro fue obra mayor de las ofensivas en continuado del kirchnerismo y, sobre todo, de ella misma.

CFK utilizó varios adjetivos en tren de descalificar a Guzmán -habló de una decisión irresponsable y desestabilizadora- y expuso después la herida causada al Presidente. En otras palabras: colocó el foco en el sentido de derrota que representaría ese desenlace. Destacó que Alberto Fernández había “bancado como a nadie” a Guzmán y enfatizó que lo había hecho a pesar del cuestionamiento de los espacios que integran el oficialismo.

Fue un modo de decir que el Presidente había quedado en soledad con su respaldo a Guzmán hasta un par de días antes de la renuncia, inesperada por el modo y el momento, pero no impensable. La escalada del kirchnerismo había sido sistemática, casi una rutina en los últimos meses, y el deterioro fue añadiendo los cuestionamientos menos ruidosos de Sergio Massa y los reclamos con toma de distancia del grueso de los gobernadores peronistas. El efecto corrosivo de la inflación no deja nada afuera.

Un día antes, Máximo Kirchner había sido más directo. “Los dejó tirados”, dijo como reproche al ministro saliente y a quienes lo habían sostenido: básicamente, el Presidente. A CFK no escapa que la defensa de Guzmán -su “empoderamiento”, según el término repetido entonces por voceros del Gobierno- constituía algo así como el límite o la línea más sensible que se había impuesto el propio Presidente en medio de la batalla interna. Ya había cedido a varios funcionarios en esa desgastante disputa.

Sin embargo, y parte de la misma posición asumida ahora, la ex presidente no hizo referencia alguna a la designación de Silvina Batakis, que terminó de armar ayer su equipo y mantiene por ahora en Energía a la línea kirchnerista. La nueva ministra está dando sus primeros pasos con un marco especialmente delicado por el impacto de la inflación y resulta crucial el sostén político. En el Gobierno, consideran un respiro el mensaje de la ex presidente en El Calafate. Sin embargo, la tensión económica alimenta las especulaciones sobre un cambio más amplio en el Gabinete, alternativa que el fin de semana quedó al menos suspendida a la espera de consenso.

El silencio presidencial durante la semana que concluye confirmó la magnitud de la crisis interna, su impacto en Olivos y también la impresión de que el tema no quedó saldado políticamente con la designación de Batakis, luego de que se frustraran otras variantes. El primer paso, reclamado por buena parte del peronismo, fue la “paz interna”. Una salida de compromiso.

CFK se encargó de exponer cómo concibe esa tregua. Y se plantó en el terreno de la concesión, no de la necesidad. Cuidó las palabras. Habló de “ayudar” y destacó entre sonrisas que no está en sus planes empujar la salida de algún otro funcionario. Fueron dos definiciones concretas.

La primera: “No voy a revolear a ningún ministro, quédense todos tranquilos”. El eco remite no sólo a Guzmán, sino a la serie previa, que anota en capítulos destacados las renuncias forzadas de Marcela Losardo y Matías Kulfas. Pero también como proyección a futuro, habida cuenta de su especial disgusto con otros funcionarios del reducido círculo presidencial, entre ellos Santiago Cafiero y Claudio Moroni.

La segunda: “Quiero ayudar, pero ayudar no es callarse la boca y esconder la mugre debajo de la alfombra”. La ex presidente presenta de hecho su posición como elemento clave de respaldo a la gestión, pero no como alineamiento con Olivos en su condición de integrante de la coalición gobernante. Al contrario, lo hace de manera condicionada.

El Presidente tiene previsto viajar este sábado a Tucumán para encabezar el acto central del 9 de Julio. Se espera su discurso, que será la primera exposición después del cambio en Economía. Se supone que estaría a tono con la consideración que dejó trascender su entorno luego del acto de CFK en el Sur. Algo de alivio, según se dijo.

Con igual objetivo, es presentada como una coincidencia la condena de la ex presidente a Guzmán y el malestar de Olivos por el modo y la oportunidad de la renuncia. Son, de hecho, expresiones diferentes. Alberto Fernández vive días expresivos de su desgaste. Y Cristina Kirchner acaba de advertir sobre su poder de veto. Es un juego político riesgoso que traduce y a la vez alimenta el agotamiento social en medio de la crisis.

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